A primeros de octubre, decidí, acompañado por la familia, visitar uno de los parques nacionales más emblemáticos de España, el parque nacional de las tablas de Daimiel. Ese mausoleo arcano de especies silvestres, situado en Ciudad Real. Apenas nos separa de aquel lugar 2 horas y media de coche, y el viaje (excusa perfecta para desconectar del día a día), se antoja placentero y necesario.
Meses atrás, había realizado esa visita en compañía de un grupo de compañeros de Fonamad (Asociación de fotografía de naturaleza de Madrid), para conocer el parque y su problemática. Y cuando llegamos, lo que captó mi objetivo, y gravó mi retina fue un cuadro desolador, en contraposición a la imagen onírica que esperaba encontrarme al llegar. Aunque he de decir que incluso mostrando su rostro decadente, conserva en sus paseos de madera la belleza de la joven y bella dama que se oculta bajo las arrugas del tiempo y del mal uso.
Intentábamos imaginar, ya metidos en faena, cuándo el parque estaba en buenas condiciones y exponía altruistamente la amalgama de colores que reposaba sobre su tierra, y por sus avenidas acuosas campaban los Coloraos, los Ánsares, las Cercetas, Cucharas, Porrones y todas esas especies de animales que invadían el parque antaño.
Regresas de aquel pasado y levantas la cabeza, ante ti, un horizonte seco caricaturiza lo que un día fue. Las únicas tablas, las dos primeras, con agua (extraída de pozos), intenta en vano rejuvenecer esa vegetación desgastada. Todo parece casi seco, apenas hay gente caminando por sus puentes de madera, esa gente que en tiempos pasados llenaban con su caminar las húmedas tablas de sus paseos.
El suave paseo por esa inmensa llanura en la que sobreviven las tablas, nos conduce, sin apenas esfuerzo, a tomar uno de los tres posibles recorridos, (dos de ellos están cerrados). Ante nosotros, la laguna de aclimatación concede la oportunidad de observar la muestra de aves que permanentemente conviven en ella.
Las tablas de Daimiel, son el último representante de un ecosistema denominado “Tablas Fluviales”, declarado Parque Nacional en 1973, y que acoge cada año a cientos de especies de aves, asegurando así, la supervivencia de la avifauna que utiliza estas zonas como área de invernada, mancada y nidificación.
Cuando desde el coche ves cómo el parque comienza a colorear el paisaje, se puede apreciar cómo ciertas zonas de cultivos de regadío están siendo manipuladas para otros usos de labranza, como si aquel cambio hubiese sido motivado por alguna razón efímera, pero la cruda realidad es que el parque se muere, y ese cambio no es más que una medida para alargar un poco más la fecha de la defunción.
Al Parque le hemos ido matando lentamente, desde hace varios años. Nuestra indiferencia, la sequía, la extracción de agua de pozos ilegales, la mala utilización de los recursos, los gobiernos y las administraciones que no han querido nunca hacerse cargo de la recuperación de las tablas, (o al menos esa ha sido siempre la impresión que daban) y los incendios subterráneos de turba que llevan desde agosto incendiando el parque o mejor dicho su subsuelo. Entre todos hemos hecho que parezca casi imposible la recuperación de todos esos atributos que lo convirtieron en parque natural.
Los daños provocados según los científicos de CSIC son irrecuperables, y lo más grave, y de lo cual no somos conscientes, es de que ese sumidero de gases de efecto invernadero, único en el mundo, que ha sido el humedal de las tablas se está perdiendo.
Esas arrugas marrones que son sus pastos resecos, son un síntoma más de ese problema inminente que es el cambio climático.
Parece que actualmente las administraciones están tomando cartas en este asunto, y ya se ha aceptado un trasvase al río Guadiana, para llevar esa agua tan necesaria para las tablas. Un trasvase que no llegará hasta enero, pero hasta entonces, ¿que daños irrecuperables para el medio ambiente se producirán?, ¿se conseguirá parar el proceso degradante que está llevando a las tablas a la desaparición absoluta?
Varias organizaciones naturalistas han demandado, ante organizaciones europeas, que el parque sea descatalogado de la lista de parques naturales, para ver si así, por fin las administraciones públicas se dan cuenta del gravísimo problema que arrastra el parque.
Con el trasvase puede llegar a recuperarse parte de la vegetación y del humedal, pero el parque tiene un problema mucho más importante. El parque posee un acuífero subterráneo, del cual se aseguraba años atrás que era un mar subterráneo, una fuente inagotable de agua. Pero el mal uso de ese mar ha llegado a hacer que esa fuente inagotable agonice de sed. Gracias a las actuaciones gubernamentales que se están produciendo, cabe la posibilidad de que el acuífero se recupere. Pero al ser una balsa subterránea, y por lo tanto oculta, habrá que esperar varios años para ver si con esa medida se ha conseguido recuperar algo.
Todas estas taras provocadas, han llevado a que cada año lleguen menos aves a nidificar al parque. Y que cada vez menos esa naturaleza salvaje que cautivó a nuestros mayores se muestre con toda su fuerza.
Sólo espero y deseo, que ese paraíso se recupere pronto, que el río Ciguela vuelva a correr febril y juguetón hasta morir en los pastos, y las lenguas del Guadiana besen graciosamente esa rivera reseca, porque eso significará que el acuífero está volviendo a la vida, y todos los que deseamos disfrutar de este espacio inigualable que representa ese verde, podamos hacerlo y formar parte de él.
Si quieres saber mas de la Tablas aqui te dejo el enlace a wikipedia
Mas información en https://www.lastablasdedaimiel.com/